Me molesta profundamente que personas desconocidas interrumpan mi paz y mi silencio, especialmente cuando salgo a disfrutar de los paisajes y la naturaleza de Colombia. ¡Qué frustración! Hace unos meses, parecía que me hubiese rociado con un espray de feromonas para atraer a mujeres insistentes, ancianas y hombres inoportunos.
No hay nada más irritante que un extraño intentando establecer contacto con alguien que, sencillamente, desea y exige silencio absoluto durante su viaje. Afortunadamente, parece que la gente ha empezado a entender que no todos en esta vida estamos dispuestos a sanar la soledad ajena. No quiero ni deseo entrar en contacto con extraños; con mi red familiar básica es más que suficiente, no necesito a nadie más. Prefiero contemplar el silencio del universo, pues eso me brinda inteligencia y paz.
Tampoco entiendo por qué algunas mujeres viudas ven en mí la posibilidad de llenar el vacío existencial que dejó su esposo. Quiero dejarlo claro: no estoy buscando una compañera sentimental. Deseo vivir mi vida en completa soledad, como una entidad aparte en su propia dimensión.
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