Y es que, al ser viernes, era necesario que los presos murieran rápidamente en la cruz para así evitar que agonizaran durante el sábado -día sagrado para los judíos-. Por ello, los romanos quebraron las piernas de los dos crucificados junto a Jesús para asegurarse de que morían en un corto período de tiempo.
Sin embargo, lo que realmente atraía a Hitler de este objeto fue precisamente el hecho más desconocido de la leyenda que acompañaba a la reliquia: “Quien la sostenga en sus manos, sostendrá, para bien o para mal, el destino del mundo”, rezaba la historia.
Claro que, también según versiones, dicha arma tenía también una terrible maldición, pues el que se separaba de ella solía sufrir la más amarga de las derrotas en combate, e incluso la muerte.
“La tradición afirma que en el año 732 el general Carlos Martel la sostuvo cuando derrotó a los árabes en la batalla de Poitiers. El propio Carlomagno, nieto de Carlos Martel, combatiría en 47 batallas sin conocer la derrota, pero murió poco después de que la reliquia se le cayese accidentalmente”, explica Hernández en su libro.
Carlos Martel
Pero no fue el único. “Lo mismo le sucedería a Federico I Barbarroja al partir hacia Jerusalén durante la Tercera Cruzada; cuando se disponía a vadear un río en la actual Turquía cometió el error de dejar caer la Lanza. Poco después cayó al río y se ahogó” sentencia el experto.
Barbarroja
A pesar de todo, los nazis no dejarían escapar el poder que les podría otorgar esta reliquia que finalmente, y gracias al destino, acabó presuntamente en Viena.
Veintiseis años después, Hitler ya se había convertido en líder del nazismo y de toda Alemania tras subir al poder democráticamente. Sin embargo, y a medida que su poder iba aumentando, sentía una necesidad cada vez mayor de tener la Lanza del Destino, Y ya se había adoderado de Viena, una vez que el Tercer Reich se había anexionado Austria.
“Así, en la tarde del 14 de marzo de 1938, Hitler entraba acompañado del jefe de las SS, Heinrich Himmler, con quien compartía aunque en menor medida el interés por el ocultismo, en el Palacio Hofburg”, destaca Hernández.
Himmler: "Si Hitler me pidiera que matara a mi madre, lo haría"
El deseo del líder nazi se iba a cumplir. “El Führer se dirigió directo a la sala en donde se custodiaba la deseada Lanza. Himmler lo dejó a solas a Hitler con la mítica reliquia. Allí permaneció más de una hora, ensimismado en sus pensamientos delirantes, alimentados por la visión de la Lanza que ya estaba en su poder. Su sueño megalomaníaco se había cumplido”, apunta el historiador en su libro.
Pero el dictador aún necesitaba llevarse la lanza del museo sin que pareciera un robo a Viena. Y tuvo una curiosa idea: Para darle una apariencia legal, la confiscación se ejecutaría en respuesta a la petición oficial realizada en Berlín por el burgomaestre de Nuremberg, Willy Liebel, para que el tesoro regresara a la ciudad que lo acogió antes de ser enviado a la capital austríaca.
Así, recién de mucho análisis, el traslado se hizo en un tren blindado el 29 de agosto, con escolta de tropas de las SS, lo que ratifica el aprecio que el dictador le tenía a esta reliquia y el temor que le suscitaba que pudiera ser robada.
Tren blindado alemán
Al día siguiente las joyas quedarían depositadas en la iglesia de Santa Catalina, donde poco después se construirían diez vitrinas especiales para exponer al público las joyas, incluyendo la Lanza.
iglesia de Santa Catalina
Con la Lanza ya en Alemania, Hitler sentía una atracción especial hacia ella. “El Führer estaba convencido de que le había pertenecido en una vida anterior. Según confesó a Stein. La Lanza contenía algún tipo de revelación mística, como si en algún siglo anterior ya la hubiera sostenido en mis manos”, escribe el experto.
Empero, además, Hitler creía ser la reencarnación de un señor feudal del Siglo IX. Más precisamente a un personaje llamado Landulfo II de Capua, que fue excomulgado por el papa por sus conocimientos sobre magia, y que se mostró también fascinado por el poder que emanaba de la Lanza.
Sin embargo, para Hernández, “lo más probable es que su obsesión por el arma naciera, no tanto por un recuerdo de su vida anterior, sino por su desmedida pasión por las óperas wagnerianas. Su favorita era Parsifal, en la cual la leyenda de la Lanza sagrada, o la Heilige Lance en alemán, tenía un papel central, junto al Santo Grial”.
Parsifal
Nunca se sabrá fehacientemente si el poder que Hitler le atribuía al arma era real, pero sí es cierto que durante muchos años sus tropas fueron prácticamente invencibles. ¿Producto de la lanza?.
Sin embargo, y como bien apunta Hernández, el poder de Hitler comenzó a decaer 1942, ya que las tropas germanas debieron retirarse en la mayoría de los frentes.
Extrañamente, por entonces la lanza ya no era expuesta al público y permanecía empaquetada en un refugio antiaéreo excavado en la roca y situado bajo el castillo de Kaiserburg, en Nuremberg.
castillo de Kaiserburg
Aunque el 31 de marzo de 1945, ante el avance de los Aliados por suelo germano, Liebel creyó que el refugio no ofrecía suficiente protección y guardó las piezas más valiosas -y la Lanza- en cajas de cobre soldadas, que fueron depositadas en una recámara del búnker de la Panier Platz, cuya entrada fue tapiada.
De todas formas, el destino de la lanza estaba sellado, ya que, por estas fechas, Nuremberg estaba a punto de caer, a pesar de la resistencia de la SS.
Una vez tomada por los americanos, la incógnita fue saber dónde estaban las joyas, y para eso, los aliados encargaron la búsqueda a uno de sus hombres más valiosos.
“El teniente Walter H. Horn fue el encargado de averiguar el paradero de la parte más importante del tesoro de los Habsburgo.”, señala Hernández. Así, el oficial descubrió que las joyas las tenía el doctor Fries, un funcionario nazi.
El 7 de agosto de 1945, los norteamericanos ingresaron al refugio antiaéreo de Paniers Platz. Una vez allí, Friesle indicó dónde debían derribar la pared de ladrillo. Habían pasado tres meses de que el líder nazi se suicidara. Sin embargo, el destino final aún es un misterio...
Según narra Hernández en su libro, Hitler dio con la lanza por casualidad en 1912, cuando no era más que un pintor fracasado que intentaba malvender sus acuarelas por los cafés de Viena.
“Su futuro artístico era incierto, al haber suspendido el examen de ingreso para la escuela de Bellas Artes. Su futuro personal tampoco era muy halagüeño; malvivía en pensiones y residencias, y sólo con suerte conseguía comer una vez al día”, indica el historiador.
Pero un día, el joven Adolf, de apenas 23 años, se vio obligado a ingresar en el conocido museo del Palacio Hofburg para refugiarse de una fuerte tormenta, y allí hallaría su destino.
“Deambulando por las salas, centró su atención en un objeto singular; sobre un manto de terciopelo rojo se le ofrecía la visión de una reliquia cristiana de gran poder místico perteneciente al tesoro imperial de los Habsburgo: la Lanza de Longinos. Poseía una punta de hierro de poco más de 50 centímetros de largo. La hoja estaba partida y presentaba una reparación con un alambre de plata. En el centro podía apreciarse la cabeza de un clavo y una banda de oro con la inscripción Lancea et Clavus Dominus (la lanza y el clavo del Señor). En su base se observaban unas pequeñas cruces de bronce”, explica Hernández.
Hitler se fascinó con el objeto y se obsesionó con su historia, la que investigó junto a su entonces gran amigo Walter Johannes Stein. “Ambos se enfrascarían en el estudio de los poderes mágicos que aquel objeto atesoraba”, determina el periodista.
Walter Johannes Stein
Según destacaría Stein posteriormente, Hitler le explicó sus obsesiones y él no pudo más que quedarse asombrado con la enorme ambición del joven. “Adolf estaba convencido de que tenía un alto designio que cumplir. La posesión de la Lanza sagrada podía ser el instrumento necesario para hacerlo realidad. El experto en ocultismo no tomó muy en serio a aquel artista fracasado, pero años más tarde aquellos delirios de grandeza se harían tristemente realidad”, expresa el experto.
La versión de Hernández se contradice totalmente con lo expuesto por algunos historiadores, que afirman que fue justo en el momento en que la lanza fue recuperada cuando Hitler se disparó en la boca.
Este hecho, añadiría más misterio aún a la supuesta maldición que perseguía a esta reliquia, pero el periodista lo considera inverosímil. “No hay duda de que este espectacular desenlace de la Segunda Guerra Mundial merecería ser cierto, pero hay que ceñirse a la realidad histórica y dejar constancia, para decepción de los aficionados al ocultismo, que ese hecho no se produjo hasta mucho después de la muerte del Führer” destaca Hernández.
Lo más sorprendente es que si bien los estadounidense se comprometieron a devolver a los austríacos la lanza, un año después apareció en Los Ángeles Además, el misterio aumentaba, pues el museo de Viena tenía también una similar.
Hernández indica que “las fuerzas de ocupación en Austria quedaron en una situación muy incómoda, a la espera de una investigación para saber si el tesoro hallado en Los Angeles era auténtico y, por lo tanto, las joyas que habían guardado eran una falsificación. Sorprendentemente, la comprobación no llegaría hasta casi un año después. En 1946 se abrieron por fin las cajas que contenían las piezas del tesoro en Austria y se compararon con las fotografías que se habían enviado desde Estados Unidos. Como no podía ser de otro modo, los funcionarios encargados del estudio llegaron a la conclusión de que las piezas verdaderas eran las que se encontraban en Viena", determina Hernández.
A pesar de todo, nunca se sabrá realmente donde se encuentra la lanza o si este arma de Viena es la que fue usada para atravesar a Jesús, pues existen tres artefactos más que podrían tener el honor de ser el auténtico. Sin duda, es imposible quedarse sin dudas.