Fotografía del edificio Fabricato tomada en 1952 por el fotógrafo Francisco Mejía. Archivo Fotográfico. Biblioteca Pública Piloto.
En 1968, Ana Agudelo de 23 años, laboraba como ascensorista en el edificio de Fabricato ubicado en la calle Boyacá con Junín. Allí conoció a Abel Antonio Saldarriaga Posada " Posadita"
que era el portero de turno .
Norela Agudelo y Ana Agudelo
Posadita
42 años después del crimen, Posadita aún no acepta su condena
No fue fácil dar con Abel Antonio Saldarriaga, Posadita, condenado hace cuatro décadas por el tristemente célebre asesinato de la ascensorista del Edificio Fabricato, suceso que conmovió a Medellín. Posadita habló con Centrópolis de lo divino y lo humano
Tiene 78 años. Bien esté el día claro u oscuro, con sol o con lluvia, Posadita lleva siempre gafas deportivas oscuras, como si quisiera esconderse, proteger ese anonimato celosamente guardado por muchos años. “Me estorba la luz”, dice con voz apenas audible.
Cuadro titulado
“Homenaje a Posadita”.
El domingo 13 de Octubre de 1968 , Ana Agudelo salió de su casa con rumbo hacia el edificio “Fabricato”, para recoger su uniforme de trabajo, y nunca más volvió. Abel Antonio Saldarriaga Posada, “Posadita”, que era el portero de turno , y uno de los más fervientes admiradores de la ascensorista, declaró que Ana Agudelo entró por su uniforme y salió del edificio diez minutos después y se montó a un carro particular en donde lo esperaban dos amigos vestidos de “cachaco”. A partir de esta desaparición se tejieron una serie de dramáticas especulaciones sobre el destino de Ana Agudelo entre sus familiares y compañeros de trabajo.
1. El crimen de Posadita
El homicidio de Ana Agudelo se convirtió en el crimen más sonado de los años sesenta. Aunque se vivía una época turbulenta en la ciudad, el crimen de la ascensorista de Fabricato causó revuelo en todas las capas sociales de Medellín. Además fue ampliamente difundido y documentado por la prensa tradicional y los medios sensacionalistas.
Agudelo de 23 años, trabajaba en los ascensores del edificio Fabricato, ubicado en Junín con Boyacá en pleno Centro. Abel Antonio Saldarriaga Posada laboraba en el mismo lugar como celador. Sus vidas se cruzaron trágicamente en 1968. Un día de octubre Ana terminó su jornada y abandonó su lugar de trabajo. Debió regresar después porque olvidó llevar el uniforme. Abel Antonio, de turno esa tarde-noche, era el único que custodiaba el lugar.
Nunca se volvió a saber de Ana. Estuvo desaparecida 11 días. Fue buscada en cada rincón del edificio pero no se halló indicio alguno de su paradero. Especulaciones iban y venían hasta que la descomposición empezó a cundir en Fabricato. Ana fue descuartizada en cientos de pedazos que luego fueron hallados en tubos, ductos, paredes y hasta en el techo de La Candelaria.
La búsqueda a cuenta gotas captó la atención de la opinión pública que estuvo pendiente del macabro descubrimiento. La investigación judicial tardó dos años. Finalmente Posadita fue condenado a 20 años de prisión de los cuales pagó once en la cárcel La Ladera y luego en el penal de La Gorgona.
“Posadita se enamoró de Ana pero Ana tenía un novio que se llamaba Ómar. Posadita fue un domingo a la casa a limpiar las ventanas. De pronto Ana dijo: ‘¡Ay, cómo les parece que me caso!’ Lo dijo así, con el modo de ser de ella, hablantinosa. Pues con eso tuvo Posadita para ponerse furioso y no volver a hablar. De inmediato se le notó el cambio y salió y se fue. Eso se quedó así, no volvió a la casa a limpiar vidrios y la vida siguió normalmente”, contó años después Norela, hermana de Ana, en entrevista con Vivir en El Poblado.
El mismo medio encontró a Posadita en 2011 en el nororiente de Medellín. En el anonimato y con 78 años encima, se limitó a recalcar su inocencia en el crimen de Ana y a decir que no tuvo ninguna responsabilidad en el homicidio. “Conmigo se cometió una injusticia: no hay un testigo, ni una huella, no hay nada. ¿Cómo es que mandan a mi casa a unos sin vergüenzas a echarle sangre a la ropa mía estando los niños solos? Eso no tiene perdón de Dios” aseveró. El crimen sigue en el misterio.
Para muchos no es desconocido el crimen que marcó una época en la historia de Medellín. Ya hace más de cuarenta y cinco años que sucedió el asesinato de Ana Agudelo y aún el suceso todavía no es claro, pues la persona que fue declarada culpable niega haber sido responsable del delito aun después de haber pagado la condena.
En la década de los sesenta, la ciudad fue marcada por una fuerte violencia; sin embargo, entre los hechos violentos de aquella década, ninguno causó tanto revuelo en la opinión pública medellinense como lo hizo este crimen. A eso se le puede sumar el reconocimiento y difusión que tenía en el medio la prensa sensacionalista de aquella época como lo fue el periódico Sucesos sensacionales, que circuló en el país desde la década del cincuenta hasta los años setenta.
El Caso Posadita, también conocido como el Crimen del sótano, se convirtió en un caso tan reconocido como el del Crimen del Aguacatal a finales del siglo XIX. La investigación duró hasta dos años después del crimen cuando Posadita fue sentenciado a veinte años de prisión, inicialmente en la Ladera y luego en la isla de Gorgona. Finalmente, sólo pagó once años de condena.
Para los que no conocen la historia, presento a continuación algunos datos de manera breve. En 1968, Ana Agudelo de 23 años, laboraba como ascensorista en el edificio de Fabricato ubicado en la calle Boyacá con Junín. Allí conoció a Abel Antonio Saldarriaga Posada, quien trabajaba como celador. Un día, Ana debió regresar al edificio por sus uniformes; en el lugar solo se encontraba “Posadita”. Según su hermana, la chica no volvió a salir del edificio y no la volvieron a ver nunca más. Se dice que once días más tarde se comenzó a sentir en el edificio un olor putrefacto que despertó sospechas y condujo a la búsqueda del cuerpo por parte de los bomberos y la policía. Así fue como hallaron a Ana. Sin embargo, dicho hallazgo, para estupefacción de las autoridades, tardó más de lo esperado. La ascensorista había sido picada por lo menos en cien pedazos y aún después de mucho buscar, no se encontraron algunos. Las partes del cuerpo fueron escondidas en diferentes lugares del edificio; inclusive en los techos aledaños se encontraron algunos restos, al parecer no se encontraron los genitales de la víctima.
Ante este hecho, se entiende por qué se generó tanto sensacionalismo y día tras día la gente estuvo a la expectativa de cualquier nuevo hallazgo. Este asesinato es considerado como un crimen pasional, muchos contaron lo enamorado que se le veía a Posadita de su compañera, de igual manera, lo indiferente que ella era con él, pues, éste era un hombre casado y mayor y al parecer ella estaba enamorada y pensaba casarse con otro hombre.
Esta historia ha sido narrada por muchos. En 1979 se publica la novela Alias Posadita, confesiones de un vampiro, del escritor antioqueño Mauro Álvarez. En este texto se aborda el caso desde la perspectiva de la ficción y el autor declaró que se aprovechó del suceso para escribir sobre el tema del vampirismo urbano a partir del mal olor de la ciudad. Alfonso Upegui Orozco, cronista judicial del periódico El Colombiano, también conocido como Don Upo, escribió algunas columnas dedicadas a dicho crimen, y en el libro de Francisco Velásquez Gallego, Don Upo. Vida y obra del periodista que con mejor picaresca trató los crímenes de Medellín y Antioquia a mediados del siglo XX se puede leer la forma en que dió cubrimiento a este suceso. La periodista Luz Ofelia Jaramillo, quien ganó en 1990 el Premio Nacional de Periodismo CPB por su trabajo El caso Posadita; Un crimen contado dos veces, cuenta una segunda versión de los hechos. Por otra parte, el director de cine Víctor Gaviria, mencionó hace algunos años su interés por el tema y comentó que está preparando un guión para llevar al cine esta historia la cual llamará La muchacha del ascensor.
En los últimos años, los periódicos locales, Centrópolis y publicaron la noticia en la que se podía ver la fotografía de Posadita con setenta y ocho años de edad, cerca de su lugar de residencia en la zona Nororiental de Medellín. También aparece la entrevista a Norela Agudelo, hermana de Ana Agudelo y con quien estaba el día en que entró al edificio y no la volvió a ver. Posadita, ya casi ciego, dice que se cometió una injusticia y se le culpó por un crimen que no cometió. Culpable o no, fue sentenciado y aunque mucha gente considera que once años de cárcel no son nada en comparación con lo que le sucedió a Ana, la vida se encarga de todo.
Video de la entrevista realizada a Norela Agudelo hermana de Ana por parte del periódico Vivir en el Poblado
Por: Cristina Silva Rodríguez
Posadita
observa
observa
0 comentarios:
Publicar un comentario